El avance sobre la definición de las condiciones de producción de la crítica (en especial, la crítica de medios, y más precisamente la crítica sobre televisión) involucra el intento de abarcar qué es y qué no es, en nuestra sociedad, una crítica. Avanzamos sobre tres aspectos: anteriormente, nos involucramos con el estatuto discursivo de la crítica, más precisamente, con la confusión posible entre su meta-textualidad y su presunto carácter meta-discursivo.
Ahora, nos acercamos a dos aspectos estrechamente vinculados. Por un lado, la disociación entre crítica como institución y crítica como textualidad. Proponemos esta disociación. La definición en términos estrictamente textuales de lo que es una crítica no cubre todos los fenómenos que se atribuyen a la crítica: ésta, en los hechos (no sólo en producción, más a menudo en reconocimiento) cobra existencia más allá de la textualidad crítica. La crítica como texto suele quedar restringida a ciertos espacios de la prensa, la radio e Internet que se señalan como tales, y en general con ciertas regularidades genéricas. Por ejemplo, ¿la crítica de arte es un género? Está claro que no, pese a que podríamos distinguir críticas de arte. La crítica de arte (o la literaria o la de medios, por ejemplo) es una institución -un conjunto heterogéneo de regulaciones- que se manifiesta en textos y en géneros, pero que se actualiza también en atribuciones provistas por otros textos; la crítica como institucionalidad abarca un conjunto de textos mucho más extenso, ubicuo y difícil de circunscribir, que no suele invocarse con precisión y particularidad, sino más bien en la generalidad de sus reglas o en la identificación de sus corrientes de opinión. Parecería que la institucionalidad de la crítica hace resonar así las distancias entre la producción y el reconocimiento de la propia crítica como género.
El otro aspecto es la puesta en secuencia de la crítica de medios en el conjunto de espacios de la opinión pública: este gesto es poco frecuente, ya que parecería que la opinión pública sólo atañe a los temas de interés político en sentido moderno, y haya perdido interés –por frívolo, por prescindible– la discusión sobre las impresiones, hechos y normativizaciones estéticos, como si la opinión de lo que nos gusta, lo que hacemos orientados por ello, y los preceptos que estatuyen esta dimensión social no se discutieran en el espacio de la opinión pública, ni tuvieran consecuencia alguna en la vida política en sentido moderno y también en su sentido más extenso. Sobre este aspecto es posible desarrollar múltiples líneas de trabajo; en nuestra investigación estamos privilegiando la de la condición de tender a la conformación sistémica del funcionamiento de la crítica en el espacio de la conversación pública. (A publicarse más avances en próximas entradas).
El otro aspecto es la puesta en secuencia de la crítica de medios en el conjunto de espacios de la opinión pública: este gesto es poco frecuente, ya que parecería que la opinión pública sólo atañe a los temas de interés político en sentido moderno, y haya perdido interés –por frívolo, por prescindible– la discusión sobre las impresiones, hechos y normativizaciones estéticos, como si la opinión de lo que nos gusta, lo que hacemos orientados por ello, y los preceptos que estatuyen esta dimensión social no se discutieran en el espacio de la opinión pública, ni tuvieran consecuencia alguna en la vida política en sentido moderno y también en su sentido más extenso. Sobre este aspecto es posible desarrollar múltiples líneas de trabajo; en nuestra investigación estamos privilegiando la de la condición de tender a la conformación sistémica del funcionamiento de la crítica en el espacio de la conversación pública. (A publicarse más avances en próximas entradas).
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