lunes, 3 de diciembre de 2007

La crítica: género o institución.

El avance sobre la definición de las condiciones de producción de la crítica (en especial, la crítica de medios, y más precisamente la crítica sobre televisión) involucra el intento de abarcar qué es y qué no es, en nuestra sociedad, una crítica. Avanzamos sobre tres aspectos: anteriormente, nos involucramos con el estatuto discursivo de la crítica, más precisamente, con la confusión posible entre su meta-textualidad y su presunto carácter meta-discursivo.
Ahora, nos acercamos a dos aspectos estrechamente vinculados. Por un lado, la disociación entre crítica como institución y crítica como textualidad. Proponemos esta disociación. La definición en términos estrictamente textuales de lo que es una crítica no cubre todos los fenómenos que se atribuyen a la crítica: ésta, en los hechos (no sólo en producción, más a menudo en reconocimiento) cobra existencia más allá de la textualidad crítica. La crítica como texto suele quedar restringida a ciertos espacios de la prensa, la radio e Internet que se señalan como tales, y en general con ciertas regularidades genéricas. Por ejemplo, ¿la crítica de arte es un género? Está claro que no, pese a que podríamos distinguir críticas de arte. La crítica de arte (o la literaria o la de medios, por ejemplo) es una institución -un conjunto heterogéneo de regulaciones- que se manifiesta en textos y en géneros, pero que se actualiza también en atribuciones provistas por otros textos; la crítica como institucionalidad abarca un conjunto de textos mucho más extenso, ubicuo y difícil de circunscribir, que no suele invocarse con precisión y particularidad, sino más bien en la generalidad de sus reglas o en la identificación de sus corrientes de opinión. Parecería que la institucionalidad de la crítica hace resonar así las distancias entre la producción y el reconocimiento de la propia crítica como género.
El otro aspecto es la puesta en secuencia de la crítica de medios en el conjunto de espacios de la opinión pública: este gesto es poco frecuente, ya que parecería que la opinión pública sólo atañe a los temas de interés político en sentido moderno, y haya perdido interés –por frívolo, por prescindible– la discusión sobre las impresiones, hechos y normativizaciones estéticos, como si la opinión de lo que nos gusta, lo que hacemos orientados por ello, y los preceptos que estatuyen esta dimensión social no se discutieran en el espacio de la opinión pública, ni tuvieran consecuencia alguna en la vida política en sentido moderno y también en su sentido más extenso. Sobre este aspecto es posible desarrollar múltiples líneas de trabajo; en nuestra investigación estamos privilegiando la de la condición de tender a la conformación sistémica del funcionamiento de la crítica en el espacio de la conversación pública. (A publicarse más avances en próximas entradas).

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