jueves, 1 de mayo de 2008

Temor y temblor. Sobre la crítica mediática de Gran Hermano y Bailando por un sueño: ¿por qué el reality se convirtió en un problema moral? (3)

Por Mariano Fernández

3) Una operación metadiscursiva: la intervención del discurso experto.
GH ha generado, como efecto de reconocimiento, una pregunta que es más interesante que aquellas que “temen” (cuando no las afirman) por las consecuencias de la TV en sus espectadores. Esa pregunta puede formularse así: ¿cómo es posible que tenga tanto raiting un programa donde nunca pasa nada? Dejaré la cuestión de la “nada”, para el final: ella contiene vestigios de una interpretación sobre la economía narrativa de GH. Por ahora, concentrémonos en la incógnita, tal cual es planteada en los discursos que estamos analizando: ¿qué les ven?, ¿qué seduce de un reality dónde nunca pasa nada?, ¿qué se esconde detrás del fenómeno televisivo que atrae multitudes?, Aún hoy cabe la pregunta de cómo pudieron 18 chicos de escaso atractivo convertirse en centro de todos los comentarios?
Bien, para responder a esas preguntas se hizo intervenir –recurso típico del periodismo- a expertos o profesionales o estudiosos. A ellos se les asigna cierta potestad interpretativa de un “fenómeno” que, así planteado, resulta un misterio (es decir, algo que no muestra razón visible): se necesita, pues, una respuesta racional a un problema que, a simple vista, no la tiene.
Será tarea de un posterior análisis hacer una descripción detallada las intervenciones expertas para explicar un fenómeno televisivo. Lo interesante es que a propósito de GH y BPS se ha generado un despliegue impresionante de explicaciones que implican hipótesis sobre la producción y el reconocimiento de los discursos sociales. Esas explicaciones interpelan directamente a cualquiera que se dedique al estudio de los discursos mediáticos. Por lo pronto, quiero destacar lo que esas intervenciones comparten: una valoración negativa de la televisión (y de los productos televisivos) tal y como se nos ofrece en la actualidad.
Aquí, de todas maneras, lo que interesa es lo siguiente: ese acto de ceder la palabra a un “especialista” constituye una de las operaciones predominantes que producen la ruptura de la escala de observación, aquella que Cingolani destaca como constitutiva de un meta-discurso. En efecto, es la mirada del especialista la que pone el acento en el dispositivo de observación: allí aparece la pregunta por cuáles son los efectos de un programa, y se ofrecen una serie de hipótesis referidas al funcionamiento social de los medios. Como ya lo subrayamos, esta ruptura (es decir, la constitución del metadiscurso) ya estaba presente en la pregunta por el lugar del televidente, y se efectúa plenamente con la aparición de la figura de autoridad.
Algunos botones de muestra:
-“Un amigo sociólogo me desburra diciéndome que a la tele siempre se le otorga una relación fría con el espectador (…) el espectador establece una relación distante, de ir y venir, de baja intensidad”.
- “El sociólogo P.F explica que el poder de la imagen reemplaza el poder de la palabra y la pasión de un mundo encantado es sustituida por el éxtasis de las imágenes y la hipertrofia de la comunicación”
-A propósito de Gran Hermano, el filósofo francés (…) sostenía: “Allí donde todo se da a ver, nos persuadimos de que ya no queda nada por ver. Son el espejo de la banalidad y el grado cero”

Repito: hay, en estas intervenciones “expertas”, una invitación a pensar en cómo intervienen “los intelectuales” cuando se los convoca para hablar de los medios en los medios y sobre los medios. Doble tarea, pues, para quien, como yo, se siente interpelado por estas proposiciones: describir, en el nivel enunciativo, sus modos de constituirse en el discurso, para entender, también, como se instituyen los “roles” asignados a la palabra experta; y discutir, ya en tanto que pares, las hipótesis que ellos –especialistas, expertos, profesionales- ofrecen sobre un tema que nos provoca mucho interés.

No hay comentarios: